domingo, 25 de febrero de 2018

LAS MUJERES CANARIAS EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS VIAJEROS


En esta oportunidad voy a hacer referencia al testimonio que dejaron a través de sus viajes y anotaciones numerosos viajeros que vinieron a las Islas Canarias durante los siglos XVIII y XIX, y que constituye una fuente de información muy importante que dibuja con numerosos detalles la forma de vida de los habitantes de nuestras islas para la época.
Existen numerosos estudios documentados que dan cuenta de ello y como siempre les invito a investigar para ampliar sobre este tema si así lo desean. En lo que a mí respecta quiero compartir con ustedes algunas peculiaridades y características de la mujer isleña de la época desde la óptica plasmada en los relatos escritos por estos viajeros, tomando en cuenta algunas lecturas que he hecho, principalmente de la Revista Argentina de Sociología Año 3, N0.5.
En primer lugar estos viajeros eran hombres y mujeres europeos que arribaron a las islas por infinidad de motivos, por razones laborales, de estudio, salud o vacaciones, en compañía o en solitario. Gracias a la amplitud de miras de estos viajeros y, a la vez, a la sorpresa o el impacto que produjeron en sus retinas determinados comportamientos, éstos lograron rescatar la silenciada vida cotidiana en que las mujeres canarias eran protagonistas por excelencia. En su transitar por los caminos y calles de Canarias, los viajeros describieron usos y costumbres de las mujeres, motivados por las proezas que ellas realizaban a diario en su particular rutina.
Las isleñas, mujeres “multiocupadas”
A partir de los relatos de estos viajeros a los que hago referencia, se revela que el entramado socioeconómico de la mayor parte de la población de las islas era mísero, motivo por el cual cobraba relevancia el papel de las mujeres en tanto era esencial su contribución a la economía familiar. Las mujeres trabajaban a pie de huerta al igual que lo hacía cualquier hombre: cultivaba papas,  procedía a su recogida, cortaba y cargaba uvas hasta el lagar, cuidaba, podaba y procesaba el tabaco, recolectaba y empaquetaba plátanos, recogía crustáceos y protegía a las tuneras de las inclemencias del tiempo, entre otras actividades de subsistencia. Es decir, pese a ser considerada el sexo “débil”, en el ámbito rural la mujer desempeñaba todo tipo de trabajos, independientemente de su rudeza o dificultad. Para algunos de estos viajeros, el trabajo realizado por las mujeres isleñas llegaba a ser, en ocasiones, mas férreo que el de los hombres.
Podemos considerar a las mujeres como pluriempleadas agrícolas. Por ejemplo, además de trabajar en los cultivos, las mujeres rurales eran las encargadas, la mayoría de las veces, de la comercialización de los productos agrícolas, animales o marinos e incluso de las mercancías elaboradas por ellas mismas. En efecto, las mujeres eran las que se dedicaban a vender de manera ambulante diversos artículos por pueblos y ciudades. Por ello resultaba habitual que los viajeros, durante sus  excursiones, tropezaran cada día con campesinas, lecheras, panaderas, pescaderas, carboneras o gangocheras en las veredas, dispuestas a ofrecer sus productos a cuanta persona encontraran a su paso.  Cabe destacar que la capacidad de negociación  también era una labor desempeñada por las mujeres que en muchos casos si no vendían sus productos los intercambiaban por otros. Además de sus múltiples labores fuera, en el hogar también desempeñaban las tareas necesarias para el mantenimiento de una casa.
Cargaban grandes pesos y hacían todos sus desplazamientos a pie
El modo de desplazamiento que tenían estas mujeres para realizar su actividad laboral se reducía a los pies; éstas debían acarrear los productos destinados a la venta sobre sí mismas. A la mayoría de los viajeros les asombraba la capacidad con la que las mujeres canarias transportaban grandes pesos en las cabezas utilizando como único recurso, para evitar el contacto directo con el cesto o la lechera, una simple almohadilla elaborada con retales de tela o con ramas de plantas. Asimismo, les llamaba la atención el hecho de que no se ayudaran de las manos para transportar tal carga. En ocasiones, cuando las mujeres se disponían a vender iban acompañadas de sus esposos y lo que resultaba muy sorprendente era que la mujer siempre hacía el camino a pie mientras que el hombre lo hacía montado sobre el lomo de un animal. Más aún, muchas veces el peso de los productos que transportaban las mujeres se veía además incrementado con la carga adicional de los hijos pequeños ya que la necesidad de subsistencia les impedía  quedarse en la casa al cuidado de los hijos, por lo tanto se veían obligadas a llevarlos consigo en todo momento, incluso cuando tenían que caminar largas distancias. Cuando los niños no podían desplazarse por sí mismos porque todavía no caminaban por ser muy pequeños, las mujeres los enganchaban a las caderas y, bajo estas condiciones, desarrollaban su actividad laboral.
Siempre iban descalzas por caminos escabrosos y llenos de matorrales
Hay que añadir que las mujeres siempre iban descalzas, independientemente de cual fuera el estado del camino, que por lo general solía ser bastante pedregoso. Las grandes carencias económicas impedían a la población contar con zapatos, motivo por el cual, cuando poseían un par, lo cuidaban celosamente. Algunos viajeros señalan que los isleños estaban tan acostumbrados a caminar descalzos que, cuando se ponían los zapatos, les molestaban al andar, razón por la cual preferían seguir con sus pies desnudos.
Otros trabajos fuera del hogar
Prosiguiendo con las ocupaciones de las mujeres, además de las labores agrícolas y de la venta ambulante, éstas se dedicaban también al servicio doméstico. La mayoría de las veces las mujeres se empleaban como sirvientas de las clases más pudientes o de aquellos personajes del pueblo que se erigían en figuras importantes, como sacerdotes, alcaldes o en residencias de extranjeros que fijaban sus domicilios en Canarias o de viajeros temporales. En ocasiones, estas sirvientas eran las encargadas de realizar todos los quehaceres del hogar de sus patrones, por lo que sus jornadas de trabajo eran interminables;  a cambio obtenían un salario mísero, a veces compensado con estancia y alimentación. Otras mujeres, sin embargo, sólo eran contratadas para realizar alguna actividad específica: lavar la ropa, planchar, transportar agua, etc., motivo por el cual el salario recibido era mucho menor.
No sabían leer ni escribir y no tenían preparación alguna
Independientemente de las tareas realizadas por unas y otras, todas procedían de las capas populares isleñas, no sabían leer ni escribir y desconocía las costumbres y el modus vivendi de los extranjeros, por lo tanto se les contrataba para adjudicárseles los trabajos mas duros.
El lavado de la ropa
Otro quehacer doméstico que correspondía exclusivamente a las mujeres y presentaba grandes dificultades era el lavado de la ropa, una tarea que se veían obligadas a realizar en aquellos lugares en los que corría el agua: barrancos, arroyos, etc. porque, como no existía el agua corriente en los domicilios, las mujeres tenían que buscar los sitios idóneos para tal fin, sitios muchas veces alejados del hogar. En ellos solía concentrarse un gran número de mujeres, convirtiéndose en puntos de encuentro para las vecinas del pueblo; era quizá el único momento del día que éstas tenían para conversar, siempre al tiempo que realizaban la actividad.
Eran artesanas
Realizaban todo tipo de trabajos artesanales en sus propios hogares, como la fabricación de cerámica, la costura y la hilandería. Gracias al desarrollo del turismo, algunos sectores pudientes ayudaron al desarrollo de esta actividad y pronto proliferaron talleres de calados y bordados. Dichos talleres se convirtieron en un destino laboral para muchas mujeres de clase humilde que, sin muchas opciones, soportaron las agotadoras jornadas de trabajo a cambio de un salario de subsistencia.
Indumentaria
En el caso de las mujeres rurales, las faldas de colores, los pañuelos, los delantales y los sombreros delataban su condición de pueblerinas. La vestimenta de las campesinas canarias era similar entre las diferentes islas, con algunas excepciones, como la distinta colocación del pañuelo en hombros, cabeza o cuello o la forma del sombrero. La lana usada para confeccionar los mantos de las mujeres rurales develaba su pertenencia al campesinado.
Aspecto físico
Entre los escritos analizados figuran muchas referencias a la belleza y hermosura de las jóvenes isleñas, mujeres de atractivos rasgos. La mayoría de los cronistas hace referencia a los ojos, el cabello o la tonalidad de la piel. En la mujer rural la piel de su cara estaba mas que endurecida a consecuencia del arduo trabajo que se veían forzadas a realizar cada día bajo las inclemencias del tiempo, ya que estaban expuestas al sol, al viento y a la lluvia.
Moralidad y los postigos
A viajeros y viajeras, les alarmaba las restricciones a las que estaban sometidas las mujeres canarias, había un férreo control moral que se extendía a todos los ámbitos de su vida, bastante riguroso también a las clases acomodadas, en este contexto, los momentos de diversión y esparcimiento para el colectivo femenino eran nulos o escasos, no podían salir bajo ningún concepto solas, el matrimonio era el único camino de honor para sus vidas, según los viajeros, las mujeres vivían recogidas en sus casas y el único contacto con el exterior era a través de la ventana, pues se asomaban a través de los postigos para relacionarse con otras personas. Olivia Stone anotó la peculiaridad de los postigos de las casas de los pueblos y escribió que paseando por Garachico era observada a través de éstos, a pesar de que la calle estaba vacía y en silencio.
Viajeros y viajeras europeos
Las crónicas son una importante fuente histórica para el conocimiento del pasado insular. Por tanto, este legado de viajeros y viajeras europeos se convierte en uno de los recursos mas importantes para rescatar la historia pasada de la población canaria en general y de la femenina en particular, fueron ellos quienes mejor documentaron esta forma de vida, legándonos un material histórico de incalculable valor. Menciono algunos de los cronistas de los que procede la información contenida en este artículo: Elizabeth Murray, Ann Brassey, Marianne North, Jessie Piazzi Smith, Olivia Stone, entre otros.
Termino este artículo con un sentir que me lleva a dar mas de mí y a apreciar el legado que nos deja todo tiempo pasado.

-¿Abuela a que sabe el mar?. Sabe a nostalgia con un poco de sal-. (Desconozco su autor).

María de la Luz
(25-02-2018)

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