viernes, 9 de octubre de 2015

De frente a la ventana, y dudando de si me acercaba o no, quería con una curiosidad infinita mirar a través del cristal. Imaginaba a la niña de cabello rubio con gruesas trenzas, sentada en el piso de madera, jugando con su muñeca Marilú. Por fin, llenándome de valor para franquear la privacidad del lugar, me acerqué y apartando cuidadosamente las ramas floridas de la hermosa enredadera, alzándome de puntillas, pegué mi rostro al cristal y la pude ver a través de la vieja y empolvada ventana, alli estaba ella, la encantadora niña; absorta peinaba la cabellera negra de su preciada muñeca. Mi abuela no me había mentido, todo era tal cual  como ella me lo había contado, la casa roja, grande e imponente al lado, el aljibe y la escalera en la parte de enfrente. Las numerosas historias que se agolparon en mi memoria y que revivieron al estar allí mirando a través de la ventana, me indicaron que efectivamente ella había vivido allí. Era la encantadora niña, mi madre, y esa era su casa donde habia transcurrido su infancia, casa a la que llegué de la mano de las historias que me contó mi abuela en mi niñez. Benditas las palabras contadas que nos hacen revivir y reconocer mágicamente lo ya vivido, por otras personas, en otros tiempos y en otros lugares.
María de la Luz (09 de Octubre 2015).